¿Es pintar una de las más antiguas actividades del hombre?
¿Porqué el hombre de las cavernas tuvo la necesidad de dejar su huella en las piedras que lo cobijaban?
Y… ¿porqué lo seguimos haciendo hasta hoy? Buena pregunta para hacérsela a Jimmy Day.
Retirado de las actividades convencionales de nuestro agitado universo; asilado en una isla del Caribe, y, dentro de esa isla, doblemente aislado, de ella y del mundo, protegido por altos muros, se dedica a su necesidad de pintar. ¿Porqué
Es quizás la pregunta que también yo me he hecho, desde hace nueve años que resido en la misma isla y en las mismas condiciones. No es que tengamos la necesidad de pintar para sobrevivir, la necesidad es de vivir para pintar. ¿Que obliga pues, al ser humano a expresarse a través de la pintura desde los inmemorables tiempos de la creación? Me temo que tanto Jimmy como yo no tengamos respuesta, como no la tendrán tampoco los innumerables pintores que nos han precedido. Posiblemente nacemos con un virus incurable que nos impulsa, sin razón, a hacerlo, y para nuestro propio desconcierto y para el de los seres queridos que nos rodean y nos soportan, la necesidad de pintar, en vez de placer se convierte en tortura interior…
Pero lo seguimos haciendo!
Es difícil para otro pintor hacer un análisis del trabajo de un colega. Es una tarea para los críticos de arte. Sólo puedo decir que, desde que conozco a Jimmy, me llamó poderosamente la atención su trabajo, por su seriedad y por su afán de hacerlo bien, y por querer hacerlo cada vez mejor. He visto y seguido su trabajo y he apreciado su evolución.
Su pintura no es producto de la facilidad sino que requiere muchas etapas: bocetos compositivos, ampliación de ellos a escalas muy precisas para llevarlos al lienzo y luego el estudio de las diversas tonalidades y valores de claroscuro para lograr una obra coherente. Por supuesto, estas eran las técnicas de los viejos maestros, hoy en desuso por las nuevas generaciones, con el pretexto de pertenecer a la “modernidad”. Pero se puede ser “moderno” usando las técnicas antiguas, como bien lo demuestran la música y la literatura. Aquí se necesita conocer los oficios pues estos no se improvisan, una composición musical o un libro deben ser, primero que todo, bien escritos, así como un cuadro debe ser bien pintado. Y esto no es fácil.
Este rigor es lo que ha llevado al trabajo de Jimmy Day a expresarse con gran maestría sobre todo en la composición y en la armonía de sus tonalidades en las que predominan los ocres, verdes y amarillos. Su última serie, basada en las plantaciones de bananas, son un ejemplo de calidad y coherencia, donde se aprecia una voluntad, una personalidad y un estilo inconfundible, por lo cual merece los mejores elogios.
Ángel Hurtado